EFE-Radio América. Nina Lakhani, autora de «¿Quién mató a Berta Cáceres?», considera que el cambio de gobierno en Honduras «podrÃa representar una oportunidad» para reabrir el caso y buscar más responsables de su muerte, entre los que no descarta algunos «altos funcionarios» del anterior ejecutivo, según declaró en una entrevista con EFE.
Han pasado más de seis años del asesinato de la activista hondureña Berta Cáceres, ganadora del Premio Goldman, el galardón ambiental más prestigioso del mundo, tras liderar una campaña para detener la construcción de una presa hidroeléctrica en el rÃo Gualcarque, sagrado para la población indÃgena, en la población de RÃo Blanco.
Lakhani, que en aquella época trabajaba de periodista para The Guardian en México y Centroamérica, habÃa entrevistado en 2013 a Cáceres, una mujer «seria, fuerte, inteligente», y se quedó impactada cuando tres años después conoció su asesinato, a raÃz del cual decidió viajar a Tegucigalpa e investigar la muerte de la activista y lo que vivió en sus últimos dÃas.
«Era la mujer más célebre, la activista más famosa de Honduras. Pensé: si pueden matar a Berta Cáceres pueden matar a cualquiera», explica la periodista británica, que para su libro sobre el caso se ha entrevistado con un centenar de personas.
Entre ellos, condenados por el asesinato como David Castillo, expresidente ejecutivo de la empresa Desarrollos Energéticos S.A. (DESA) y quien la acusó de haberle llevado a prisión por culpa de sus indagaciones y artÃculos periodÃsticos.
Lakhani cuenta que no sabe si la lectura de la sentencia contra Castillo y los otros acusados de haber participado de algún modo en el asesinato premeditado de Berta Cáceres supondrá el final del caso.
Sà enfatiza que el hecho de que pudiera haber altos cargos involucrados que la fiscalÃa nunca llamó a declarar, pese a la insistencia de la familia de la activista, y que desde febrero haya un nuevo ejecutivo hondureño, presidido por Xiomara Castro, «podrÃa representar una oportunidad» para reabrir el caso.
Con todo, dice no poder poner la mano en el fuego, pues «la independencia del poder judicial no cambia de un dÃa para otro».
Recuerda que el asesinato llegó después de que a Cáceres se la intentara «neutralizar» atemorizando e intimidando a ella y a su entorno, y se intentara también dividir a su comunidad indÃgena, entre otras «tácticas propias de la guerra frÃa».
La propia periodista reconoce que ella misma sufrió una «campaña de intimidación» a través de las redes sociales y la diplomacia del paÃs que le hizo sentir que debÃa tomar precauciones como no llegar nunca a Tegucigalpa por aire o publicar sus artÃculos estando en suelo hondureño, algo que no pudo dejar de hacer sin embargo durante el juicio.
Desconoce hasta qué punto las autoridades la vigilaban a ella, pero sà cuenta que, en su opinión, «no es creÃble pensar que se matara a una figura como Berta Cáceres sin el permiso directo o indirecto del Gobierno».
De Honduras destaca que es un «Estado criminal sin derechos» por «conveniencia» de los poderes fácticos del paÃs, pero también de terceros Estados, entre ellos Estados Unidos y Canadá.
Berta Cáceres era paradigma de las revueltas indÃgenas, cuyo asesinato tiene para Lakhani «sin ninguna duda» una «clara perspectiva de género».
«Su entorno siempre lo ha explicado: el asesinato de Berta fue un asesinato polÃtico machista», explica Lakhani, para quien está claro que fue un mensaje de omnipotencia de los sicarios matarla en su habitación, en pijama, cuando iba a acostarse.
Por otro lado, señala que «el machismo, como el clasismo, son herramientas del capitalismo» y «Berta era una mujer indÃgena que estaba con sus protestas logrando retrasar su proyecto, y cada dÃa de retraso eran pérdidas para la compañÃa» que gestionaba la presa.
«En Honduras, que una mujer fuera la que se enfrentara asà al poder no era aceptable y en los whatsapp del grupo de los acusados se ven los comentarios machistas hacia ella», cuenta.
La periodista de The Guardian recuerda que la activista asesinada sufrió el acoso de Douglas Bustillo, otro de los imputados y ex militar y gerente de seguridad de la presa, asà como también mensajes «embaucadores» de Castillo, que habÃa aprendido en la CIA esa táctica de inteligencia cuando el objetivo era mujer.
Lakhani reconoce que escribir el libro e investigar el caso ha tenido «un coste emocional fuerte» para el que cree que la ha ayudado haber trabajado como enfermera especialista en salud mental antes de dedicarse al periodismo de investigación. EFE
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